ROSE
Un golpe de suerte hizo que Rose Tinmar no acabara
vilmente violada o como esclava a saber dónde. Daba gracias a aquellos dos
desconocidos, el monstruo verde y el hombre de pelo largo que la salvaron de
los vándalos que la estaban acosando.
Le escocían sus partes a causa de las múltiples y
violentas penetraciones por parte de aquel malnacido. Ahora la cabeza del
violador era pasto de las moscas y demás insectos que merodeaban por el suelo.
Los compañeros de este no habían corrido mejor suerte, aunque Rose no tenia ánimo
ni estómago para mirar a ninguno de ellos a la cara aunque estuvieran muertos.
Por otro lado el hombre de pelo largo y su compañero
buscaban entre los restos y los cadáveres haciéndose con la posesión de las
pertenencias de sus agresores, cargándolo todo cuidadosamente en el burro de
carga donde Rose había sido acosada. El animal estaba totalmente tranquilo como
si allí no hubiera pasado nada, ajeno a todo lo que le rodeaba. De todos modos
no tenia motivo alguno para preocuparse.
Volvió la cabeza para respirar un poco de aire, aunque
estuviera a salvo seguía alterada. Cerró los ojos y se dejo cautivar por la
fresca brisa matutina, le encantaban los amaneceres. Siempre trataba de
despertar antes de que saliera el sol y salir fuera del pueblo para contemplar
el amanecer en aquel paisaje desértico. Desde que la banda de los Trajes Grises
secuestrara a sus hijos, estos eran los únicos momentos en los cuales se sentía
en paz consigo misma.
-¡Esperad!-gritó al comprobar que se había quedado
sola en medio de aquella carnicería humana. Ni el monstruo verde ni su
compañero parecieron oírla y mucho menos el burro de carga. Corrió hacia ellos,
cada vez estaban más lejos, no sabía dónde estaba y el miedo a quedarse sola
comenzaba a invadirle el cuerpo -¡Esperad!-gritaba una y otra vez. Sus
rechonchas piernas nunca se caracterizaron por ser veloces, todo lo contrario,
la forma de las mismas ralentizaba su paso.
Cuando parecía que ya los había alcanzado Rose tropezó
con una puntiaguda piedra que sobresalía del arenoso suelo. El golpe fue lo que
hizo girarse al hombre del pelo largo mirándola fijamente. Tenía unos bonitos
ojos azules aunque aquella mirada la atemorizaba.
-¿Por qué os marcháis así sin más?- preguntó Rose
extrañada, sentada en el suelo mientras se frotaba la herida que el trastazo le
había ocasionado en la rodilla.
-¡Aquí el guaperas que viene conmigo se empeñó en
ayudarte!-volvió a darse la vuelta y se encogió de hombros-¡Ahora continuamos
nuestro camino!
-¿Vuestro camino?-la respuesta del hombre terminó de
desconcertarla-¿A dónde os dirigís?
-¡Lejos de este lugar! ¡Aquí ya no nos queda nada por
lo que luchar!-respondió el monstruo verde. Rose nunca había visto nada igual,
pero por lo que había oído hablar a los mercaderes ambulantes de su pueblo la
descripción cuadraba con la de un supermutante. Le extrañaba mucho que fuera
tan calmado, la gente solía comentar que eran seres agresivos y muy peligrosos,
pero este lo más agresivo que tenia era su apariencia.
-¡Luchad por mi!-seguramente estaría lejos de casa,
desesperada por encontrar a sus hijos vio en sus salvadores la oportunidad de
al menos acercarse al Notocar.
-¿Tienes chapas?-preguntó el hombre del pelo largo
levantando levemente la ceja izquierda.
-¡No!
-¿Tienes armas?-esta vez fue el supermutante quien
preguntó, dándole la espalda en todo momento.
-¡Tampoco!-se encogió de hombros.
-¡Entonces no nos hagas perder el tiempo!-dijo el
mutante con el ceño fruncido. Intentaron reanudar la marcha pero Rose lo
impidió con otra pregunta;
-¿Queréis algo por lo que luchar?-se levantó rápidamente,
la herida era solo un pequeño rasguño sin importancia-¡Acompañadme al Notocar y
os daré una buena razón por la que luchar!
-¿Y para que quieres ir a ese antro de esclavitud? ¿No
tuviste suficiente siendo una esclava sexual de los bandidos?-las palabras de
Rose parecieron despertar interés del hombre de pelo largo y su compañero el
supermutante.
-Familiares míos están presos, quiero ayudarles a
escapar- los dos extraños comenzaron a reír a carcajadas, no entendía el porqué
de esa reacción, pero tampoco iba a preguntar por ello, era mejor esperar a ver
que respondían ellos.
-¡Perdona bonita!-suspiró el hombre de pelo largo secándose
las lágrimas de los ojos-Da la casualidad que el Notocar está cerca, te
acompañaremos pero no esperes que entremos contigo. No tenemos ni armas ni
personal suficiente como para salir con vida de ese infierno.
Rose asintió con la cabeza. No eran las palabras que
le habría gustado oír, pero era mejor que quedarse sola en aquel desierto, con
suerte encontraría alguno de los mercenarios que envió tiempo atrás y
obligarles a cumplir lo pactado.
-¡Vamos Glanius no hay tiempo que perder!-ordenó el
supermutante.
-¿Y tú eres?-preguntó Rose dirigiéndose al monstruo
verde.
-¡Todos me llaman Potito!
-Yo soy Rose, gracias de nuevo- la curiosidad le recorría
todo el cuerpo, no sabía nada de aquellos desconocidos, no tenían pinta de
pertenecer a ningún grupo organizado y tampoco de mercenarios aunque había
visto mercenarios que aparentaban ser cualquier cosa menos lo que decían ser.
Lo que más le llamaba la atención era aquel ser llamado Potito, quizás
anteriormente era una persona de carne y hueso o igual había nacido siendo
supermutante, quien sabe. En cualquier caso era mejor mantener la boca cerrada
para no estropearlo todo.
Glanius liaba un cigarro al mismo tiempo que caminaban
en la supuesta dirección del Notocar. El tabaco que utilizaba tenía un color
demasiado verdoso y olía muy fuerte, quizás el olor procedía del burro de carga
pero no estaba segura. Al encenderlo Glanius le dio dos caladas e
inmediatamente se lo pasó a Potito. La espalda del supermutante se hinchaba como
un globo a cada calada.
Nadie decía ni una sola palabra, solo fumaban y
caminaban, Rose les seguía de cerca contemplando el nuevo amanecer que
presentaban ante sus ojos los primeros rayos de sol de la mañana. No había
dormido en toda la noche pero no le importaba, estaba demasiado tensa y
nerviosa como para pensar en el cansancio. Ahora no podía rendirse.
-¿Que cojones está pasando ahí abajo?- preguntó
Glanius. Habían llegado a lo alto de una pequeña colina donde se observaba un
valle. Una hilera de personas desfilaba desde el interior de un edificio
antiguo parecido a un almacén enorme, como si estuvieran escapando de allí.
Junto a este había dos edificios más, en estado
ruinoso todos rodeados por una muralla reconstruida, con las puertas abiertas
por donde las personas salían hasta llegar a otra colina cercana. Allí esperaba
otro grupo de personas vestidas con atuendos bastante extraños. Todos parecían
iguales, excepto el que parecía el cabecilla que llevaba un casco con un cráneo
de vaca pegado a él.
-¿Dónde estamos?-preguntó extrañada por la reacción de
Glanius. Algo no iba bien, lo notaba pero le daba miedo preguntar más porque
algo en su interior le decía que seguramente no le gustaría la contestación.
-¡Agáchate que no nos vean!-ordenó Glanius moviendo el
brazo arriba y abajo con la palma de la mano abierta.
Cuando parecía que todo el mundo estaba fuera de aquel
edificio violentas explosiones lo redujeron a escombros, levantando una gran polvareda
a su alrededor. Rose asustada por el estruendo se tapó los oídos y miro
fijamente al suelo. Aquellos momentos fueron eternos.
Las personas a juzgar por su demacrado aspecto
esclavos, caminaban en fila custodiados por aquel extraño grupo. Rose se
posicionó para tener una mejor visión y comprobar si sus hijos se encontraban
entre el grupo de esclavos. Había pocos niños, con mejor aspecto que los
adultos pero entre ellos no estaban sus hijos. En su interior solo esperaba que
aquel montón de escombros no fuera el Notocar, no lo soportaría.
-¿Que era ese edificio? ¿Dónde estamos?-estaba cada
vez más nerviosa, las manos le temblaban y el corazón parecía salirse de su
pecho, creía saber la respuesta, nunca había tenido más ganas de estar
equivocada.
-A ver cómo te digo esto-respondió Glanius cruzándose
de brazos, mirando fijamente hacia el montón de escombros.
-¡Eso es el puto Notocar! ¡Lo han arrasado!- gritó
Potito-¡Ya era hora putos negreros!
-¿Como?- el pánico se apodero de Rose, no quería creer
las palabras de Potito, quería estar en una pesadilla -No puede ser, no me
digas que...
-...lo siento bonita-interrumpió Glanius-Mi amigo
tiene tendencia a ser demasiado bruto, pero tiene razón eso es tu ansiado
Notocar.
Las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos, corrían
por sus mejillas hasta acabar cayendo al vacio. Muchos eran los pensamientos
que le venían a la cabeza, pero ninguno esperanzador. Todos conducían a un
mismo fin, lo más importante de su vida acababa de esfumarse ante sus ojos, la última
gota de esperanza acababa de desaparecer como una lagrima en la lluvia. Las
fuerzas le abandonaron y cayó al suelo de rodillas;
-¡Noooo!-gritaba entre sollozos-¡Nooo!
-¡Cálmate, puede ser que escaparan!-Glanius puso una
mano sobre su hombro, pero Rose la apartó de un manotazo.
-¡Eran unos niños joder! ¡Unos niños pequeños!- no podía
dejar de llorar, no podía dejar de maldecir a los malnacidos que se llevaron a
sus hijos.
Rose quiso coger un rifle y acabar con todo el mundo
pero lo único que vio fue un machete colgando de uno de los compartimentos del
maletón que llevaba el burro de carga. En un arrebato de ira lo cogió sin que
nadie se diera cuenta y se lo clavó repetidas veces en su propio vientre
gritando; -¿Porque a ellos y no a mi?- la ira de Rose junto a la afilada hoja
del machete, hacían que este atravesara sus carnes sin contemplación alguna
hasta que finalmente algo la paró y no pudo extraerlo quedando clavado en su
cuerpo.
-¿Pero qué has hecho loca?- escuchaba los gritos de
Potito a lo lejos-¡Quítale el machete de las manos!
Las múltiples heridas sangraban como un rio desbordado
tiñéndolo todo de rojo.
Las leyendas de los comerciantes del pueblo parecían
ser ciertas << ¡Cuando estas muriendo toda tu vida pasa ante tus ojos
como una estrella fugaz!>>
Recordaba a sus padres construyendo la pensión, la
fiesta de apertura del negocio, su primera vez con aquel joven del rostro lleno
de granos, el nacimiento de cada uno de sus hijos, cuando se hizo cargo del
negocio de sus padres, el día en que se llevaron a sus pequeños sin que ella
pudiera hacer nada...
-¡Mama!-escuchaba a lo lejos.
<< ¡Mis pequeños!-pensó al oírlos-¡Tranquilos
mama os ha encontrado! ¡Ahora estaremos juntos para siempre!>>
-¡Mama, mama, mama!- tuvo la impresión de estar con
sus pequeños, de sentir sus caricias, sus lagrimas...
El tiempo en aquel mundo infernal había acabado para
Rose Tinmar, ahora podía reunirse con sus seres queridos allá donde estuvieran.
-¿Rose?-alguien la estaba llamando desde la
lejanía-¿Rose estas ahí?-la voz sonaba más cercana por momentos. De repente
abrió los ojos, Glanius la abofeteaba levemente, estaba tirada en el suelo, la
cabeza le dolía horrores y tenía serias dificultades para ver con claridad a
Glanius.
-¿Que ha pasado?-preguntó extrañada, creía estar
muerta, miró su tripa pero no encontró rastro de ninguna herida-¿Dónde estoy?
-¡Parece que el humo del porro no te sienta
bien!-bromeó Potito-¡Fumadora pasiva y se coloca más que nadie, menudo chollo!
-¡Menuda paranoia cogiste bonita!-dijo Glanius
sonriendo, Rose comenzaba a sentirse molesta de tanta mofa.
Trató de ponerse en pie, poco a poco recuperaba la
vista pero aun sentía un leve mareo.
-¿Donde están los esclavos?-el recuerdo del Notocar
explotando ante sus ojos le parecía tan real que no sabía si era una paranoia o
lo había vivido en sus carnes.
-Vimos un grupo de personas bastante numeroso dirigiéndose
hacia el sur, decidimos mantenernos ocultos porque no inspiraban demasiada
confianza, aunque por culpa de tus gritos casi nos descubren-protestó Glanius
dando un pequeño sorbo de la cantimplora de metal que llevaba colgando de su
hombro derecho.
-¿Eso es el Notocar?-preguntó señalando unos edificios
en estado ruinoso cercanos a su posición.
-¡Así es! Al parecer lo han destruido las mismas
personas. Aunque cuando llegamos ya estaba así- Glanius se encogió de hombros.
-¡Mis hijos!-exclamó-¡Seguro que iban en ese grupo!
¡Tenemos que seguirlos!
-¡No tienes pasta zorra!-protestó enérgicamente
Potito.
-¡Tengo mucho dinero, billetes del antiguo mundo
guardados en mi negocio del pueblo!- Rose aun conservaba todo el dinero que les
había prometido al resto de mercenarios, como ninguno había vuelto la
recompensa estaba intacta. Decidió que quien llegara primero con sus hijos, sería
el que se quedaría el dinero pero Glanius y Potito nunca lo sabrían-¡Acompañadme
y el dinero será vuestro!
-¿Tu qué opinas?-preguntó Glanius a su compañero
supermutante, los dos parecían dudar de la palabra de Rose.
-Bueno yendo hacia el sur no nos desviamos de nuestro
camino, siempre podremos abandonarla a su suerte o meterle un tiro entre ceja y
ceja. Puede ser una rica cena, ya sabes colega lo que me gusta la carne
fresca...je...je...je...-la malvada risa de aquel ser llamado Potito causo
desconfianza en Rose, pero lo único que le quedaba era agarrarse a un clavo
ardiendo. La paranoia producida por las drogas le había abierto los ojos, no disponía
de mucho tiempo, la situación era insostenible y el Notocar había desaparecido,
tenía una remota pista del paradero de sus hijos y no podía desperdiciarla, era
el último cartucho que disponía.
-¡Esta bien pongámonos en marcha!
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