PERVERT
Como de costumbre, la
arrogancia del viejo Gaspar era el plato con el que recibía a todos sus
clientes y ella no había sido una excepción. Pervert no comprendía como la
gente aun acudía a él para reparar sus armas, tampoco comprendía como ella aun
lo hacía. Nadie en el pueblo tenía una habilidad como Gaspar para hacer el
trabajo, posiblemente esas fueran las razones por las cuales sus antiguos
clientes seguían dándose trabajo.
Por fin, después de muchos
días, la servoarmadura estaba reparada. Una buena cantidad de chapas había
costado, pero valió la pena. Aquellas armaduras eran de lo mejor que Pervert
había visto, tenían un espesor que podría parar cualquier disparo a media
distancia y balas de pequeño calibre a quemarropa. La única pega era que
aquello pesaba como un condenado.
La tormenta de nuevo había
cogido fuerza, no le importaba empaparse, pero caminar entre el barrizal que se
formaba cuando llovía en Salatiga y cargada con aquel muerto no era muy
recomendable para la salud, así que Pervert se apresuró en regresar a su
casucha.
Al llegar comprobó que la
puerta estaba medio abierta. Imaginaba que los dos tortolitos estarían dentro y
mejor no imaginar lo que pudieran estar haciendo. Era muy extraño, el único
sonido que escuchaba era el de los relámpagos y el fuerte viento. Pervert
golpeó tímidamente la puerta con los nudillos.
-¿Hola?- nadie respondió.
Aquello le pareció aun más extraño, la puerta abierta, silencio absoluto <<
¿Estarán durmiendo y el viento habrá abierto la puerta?>>-¿Jacq?
¿Cristine?
Mirando más detenidamente
Pervert observó que el cerrojo de la puerta estaba roto. Aquello encendió sus
alarmas. Sin pensarlo dos veces dejó caer al suelo la servoarmadura y
desenfundó su Magnum. Con suavidad terminó de abrir la puerta con su mano
izquierda sin dejar de apuntar con su arma. Troy parecía alterado, empujaba la
puerta con sus patas delanteras, Pervert no pudo impedírselo y finalmente le
dejó entrar primero. Cuando centró la vista en el interior de la casucha,
observó a Jacq tirado encima del colchón, desnudo y lo más preocupante, una
fuerte herida en el hombro izquierdo. Pervert inmediatamente se acercó para ver
si aun estaba vivo. El colchón estaba lleno de sangre. Aunque sus respiraciones
eran débiles aun estaba vivo y aquello calmó un poco su nerviosismo. De
Cristine no había ni rastro.
-¡Aguanta!-gritó-¡Te pondrás
bien!- ella no tenia los conocimientos ni el material necesario para curar
aquella herida. Solo había una persona en todo Salatiga con habilidades
suficientes para curar a Jacq, era su única esperanza, ya habría tiempo de
hacer pagar al culpable o culpables de aquella atrocidad.
Sin mirar atrás Pervert
salió corriendo de su casucha con Troy pisándole los talones, la lluvia era más
intensa que cuando entró momentos antes. Cruzó los callejones de Salatiga
esquivando la mayoría de charcos embarrados en busca de Yelou. El agua que
resbalaba por sus ojos y la oscuridad de la tormenta, dificultaban su
visibilidad, aunque Pervert conocía el pueblo como la palma de su mano y podría
ir donde quisiera con los ojos cerrados, así que eso no era impedimento para
seguir su camino.
No tuvo en cuenta los
obstáculos que a traición podría haber dejado el agua a su paso y tropezó con
un tablón de madera, cayéndose con las manos por delante en un barrizal. Al
levantar la cabeza comprobó que tenía la cara manchada de barro, observó que tenía
delante de sus narices la casa del sanitario.
-¡Yelou!-gritaba una y otra
vez, mientras aporreaba la puerta con todas sus fueras-¡Abre!
-¿Qué pasa?-preguntó la
mujer al abrir la puerta con cara de estar asustada. Yelou era la única persona
en Salatiga que tenia conocimientos médicos. Hacía poco tiempo que se había
instalado en el pueblo, pero todo el mundo la conocía. Ella evitaba hablar
sobre su pasado aunque al final todo se sabe. Los viejos y viejas cotillas
decían que perteneció a la Orden de San Juan de Dios y que aprendió allí a
curar a la gente, aunque hasta la fecha nadie sabía porque dejó de salió de
ella.
-¡Ven conmigo!-gritó
Pervert-¡Necesitamos tu ayuda!
-¿De qué se trata?- Yelou parecía
querer saber a qué se enfrentaba para poder disponer de lo necesario.
-¡Un herido!-notaba como
cada vez estaba más nerviosa-¡No se con que lo han atacado, pero la herida es
considerable y ha perdido mucha sangre! ¡Parece un impacto de un arma de
energía!
Yelou se quedó pálida y eso
que su piel era de un tono bastante oscuro. Sin perder tiempo echó mano de un botiquín
y unas cuantas bolsas de plasma sanguíneo artificial.
Actualmente quedaban pocas
bolsas de plasma sanguíneo artificial, puesto que se trataba de una tecnología
del antiguo mundo y después de la guerra nadie había conseguido sintetizar tal
sustancia, bien porque la mayoría de laboratorios habían sido destruidos o por
carecer del conocimiento necesario. En cualquier caso el plasma sanguíneo,
administrado adecuadamente tenía la propiedad de regenerar la sangre en el
cuerpo humano entre otras muchas aplicaciones, aunque el paciente hubiera
perdido una cantidad importante.
Una vez Yelou terminó de
preparar el material necesario ambas salieron corriendo de regreso a la casucha
de Pervert con Troy a la cabeza mostrando el camino. << ¡Que perro más
listo!>> Yelou solo tardó unos pocos segundos en prepararlo todo, pero
para ella aquel momento fue eterno.
Al llegar, Jacq se encontraba
en la misma posición que cuando lo dejó, aunque su rostro estaba más pálido.
-¡Esto no tiene buena
pinta!-dijo Yelou nada más ver a Jacq.
-¿Qué hago?-preguntó Pervert
desesperada, las palabras de la sanitaria no habían hecho más que aumentar su
nerviosismo.
-¡Dejarme sola!-gritó la
mujer-¡Sin presión trabajo mejor!
-¡Sálvalo o tú iras detrás
de él!- realmente no pensaba lo que decía, sabía de sobra que Yelou haría lo
que estuviera en su mano para curar a Jacq. Tantas horas en el bar, tantos días
cazando juntos, tanto compartido en tan poco tiempo. Había cogido cariñó a
aquel hombre, por otro lado era difícil para ella no coger cariño a las
personas. Pero ¿Que había pasado? ¿Dónde estaba Cristine? ¿Sería ella la
culpable del ataque? Por mucho que se lo preguntara no encontraría respuesta,
aunque dudaba mucho que la muchacha fuera capaz de algo similar.
Haciendo caso a Yelou,
Pervert salió a las afueras de la casa con una botella de Whisky casi vacía y
un cigarro. La servoarmadura aun estaba allí tirada donde la dejó, sin hacer
mucho ruido la dejó dentro de su casucha a un lado de la puerta de entrada.
Yelou al verla entrar, asintió con la cabeza y acto seguido con un movimiento
de mano la hizo entender que esperara fuera. Necesitaba calma mientras esperaba,
al menos la tormenta parecía haberse calmado definitivamente y aquello era de
agradecer.
Abrió la botella y de un
trago terminó su contenido. El sabor de aquel Whisky quemaba la garganta, ya ni
recordaba de donde lo sacó. Tampoco importaba, al menos ahora se sentía más
tranquila.
Con una cerilla encendió el
cigarro, era el último que le quedaba. En el cielo las únicas nubes que
quedaban eran las procedentes del humo de su boca. Había estado toda la tarde
diluviando y ahora comenzaba a anochecer. Al final por un motivo u otro había sido
un día bastante oscuro.
En medio de aquel paisaje
donde las estrellas tímidamente comenzaban a dejarse ver, apareció surcando los
cielos de Salatiga un misil para acabar explotando en una de las casas al otro
extremo de poblado.
-¿Que cojones ha sido eso?-gritó
Pervert. La tranquilidad entre los habitantes que había dejado la tormenta una
vez finalizada, se vio alterada por aquella repentina explosión. Gritos y
murmullos comenzaron a escucharse por doquier.
El proyectil debía proceder
del exterior de las murallas, no había otra explicación. Pervert tiró el
cigarro al suelo y se dirigió hacia las planchas metálicas que daban acceso a
la parte superior de las murallas. Quería comprobar que todo iba bien y que
aquello había sido un accidente, pero el sonido de proyectiles impactando en el
metal que servía de protección al pueblo hizo pensar todo lo contrario.
Al comenzar el ascenso,
Pervert vio caer de la torre de vigilancia a uno de los guardias de la puerta,
abatido por un disparo desde el exterior. El cuerpo sin vida rebotó en el suelo
como una pelota de trapo para terminar precipitándose por la rampa que daba
acceso a la plaza central de Salatiga.
Un segundo misil impactó en
la puerta principal quedando seriamente dañada. Como consecuencia, toda la estructura
que componía la muralla recibió una fuerte sacudida que a punto estuvo de hacer
caer a Pervert. Casi había llegado a la cima, pero aquel contratiempo la hizo
descender unos centímetros.
Una vez en lo más alto de la
muralla, Pervert levantó ligeramente la cabeza por encima de esta. Observó como
un pequeño ejército vestido con servoarmaduras blancas, atacaba a los guardias
y centinelas de Salatiga. Habría como un centenar de ellos, todos bien armados
con rifles de largo alcance. Parecían bien entrenados en el campo de batalla,
utilizaban pocos disparos para alcanzar al los hombres que defendían la
entrada. Los guardias, iban cayendo abatidos uno a uno con suma facilidad. Era
cuestión de tiempo que se hicieran con el control de la entrada.
Pervert divisó como uno de
los soldados de servoarmadura blanca preparaba un nuevo misil dispuesto a
derribar por completo la puerta principal de Salatiga que aun les mantenía a
salvo. Desenfundó su Magnum sin pensárselo dos veces, con sumo cuidado apuntó
al soldado que continuaba preparando el Toro.
Toro era el nombre que
recibía el arma con el que disparaban aquellos proyectiles, un potente
lanzamisiles que era utilizado en el antiguo mundo para destruir vehículos
militares, aunque hoy en día se le daban unos usos bastante diferentes para los
que fue diseñado. Su tamaño era tal que para poder dispararlo en condiciones
había que sujetarlo entre dos personas.
No había tiempo que perder.
El soldado terminaba de preparar el dispositivo mientras un compañero lo
aguantaba en posición vertical. Pervert tenía a tiro al soldado, con su dedo índice
apretó el gatillo.
-¡Joder!-El disparo no
alcanzó a su objetivo. La oscuridad de la noche y el alcohol no eran muy buenos
aliados a la hora de dar un tiro certero. << ¡Concéntrate cazurra!>>,
de nuevo apuntó, los dos soldados se echaban al hombro el Toro, preparándose
para dispararlo. Esta vez no falló, pero el disparo llegó tarde, el misil ya se
dirigía ferozmente hacia la marchita puerta con intenciones de hacerla volar en
mil pedazos.
El soldado que sujetaba la
parte delantera del Toro cayó fulminado al suelo con la bala de Pervert alojada
en el cuello. El proyectil finalmente hizo añicos la puerta principal de
Salatiga. Fue todo cuestión de segundos pero ella lo vio todo a cámara lenta
sin poder hacer nada por evitarlo.
Esta vez la sacudida fue lo
suficientemente violenta como para hacer que Pervert perdiera el equilibro y
cayera de espaldas al suelo desde lo alto de la muralla. El barro que se había
creado a causa de la tormenta amortiguó bastante el golpe, pero no lo
suficiente como para salir ilesa.
-¡Hijos de Perra!-gritó. La
pierna le dolía horrores. Debía ser fuerte y superar el dolor, su pueblo estaba
sucumbiendo ante aquellos mal nacidos y su nuevo amigo agonizaba en su casucha.
<< ¡Hay que salir de
aquí como sea!-pensó al ver que ya no podía hacer nada por salvar
Salatiga>>
Ya no quedaba nadie que
defendiera la entrada y los primeros soldados comenzaban a entrar en el pueblo
disparando a cualquier habitante que se cruzara en su camino. Pervert se
levantó con dificultad y con la pierna entumecida se dirigió hacia su casucha
para avisar a Yelou que tenían que abandonar el lugar.
De un golpe abrió la puerta
de su casucha, entonces un rayo de esperanza entre el caos que se estaba
formando se levantó ante sus ojos. Yelou había conseguido reanimar a Jacq. El
hombre llevaba puesta la servoarmadura, algo que a Pervert no le parecía muy
normal, menos aun la luz brillante que emanaba del centro de la armadura, a la
altura del pecho. Era un círculo redondo del tamaño de la palma de su mano, de
color azul fluorescente. Parpadeaba como si del latido del corazón de Jacq se
tratara.
-¡Tenemos que salir de aquí!-gritó
Pervert nada más entrar.
-¡He conseguido
estabilizarlo pero aun está muy débil!-replicó Yelou refiriéndose a Jacq. Razón
no le faltaba, aun tenía bastante mala cara pero si se quedaban allí serían
carne de cañón para los asaltantes.
-¡No hay tiempo que perder!
¿Crees que podrás caminar?-preguntó al hombre. Sea cual fuera la respuesta, le
tocaba levantar el culo.
-¿Pero qué pasa?-preguntó
Yelou exaltada.
-¡Estamos siendo asediados
por un ejército de desconocidos! ¡Ayúdame!
Tanto ella como Yelou
ayudaron a Jacq a levantarse. Con la servoarmadura puesta pesaba casi el doble
que sin ella, pero parecía como si aquel artefacto le ayudara a mantenerse
firme.
-¡Sus constantes vitales
alimentan la servoarmadura y la servoarmadura suministra compuestos adicionales
para curarlo!-Yelou se encogió de hombros-¡Sin reposo no se cuanto tiempo
aguantara sin desfallecer, es un proceso un tanto delicado!
<< ¡Esperemos que el
suficiente como para salir de aquí!>>
-Luego me explicas que has
hecho, ahora vámonos-ordenó Pervert-Yo despejaré el camino, tú ayúdalo a
caminar.
Elí estaba encima de la mesa
del salón, en el último momento decidió llevársela, no tenía munición pero la
sierra sería de gran ayuda. Quizás con ella podría abrir una vía de escape en
la zona opuesta de la muralla por donde estaban entrando los asaltantes.
Fuera de la casucha los habitantes
de Salatiga continuaban resistiendo los ataques de los soldados de armadura
blanca, pero cada vez las fuerzas estaban más mermadas. Pervert observaba como
algunos vecinos terminaban presos, otros con menos suerte acababan aniquilados
a manos de los asaltantes. Sea como fuere aquello se había convertido en una carnicería
humana. Al menos la resistencia de los habitantes de Salatiga servía para que
tanto ella, como Yelou y Jacq que la seguían unos pasos más atrás, tuvieran el
camino despejado mientras bordeaban la muralla en dirección opuesta a la salida
del pueblo.
-¿Sabes utilizar esto?-
preguntó a Yelou mostrándole su Mágnum.
-¡Es difícil sobrevivir en
este mundo si no sabes utilizar un arma!-respondió la mujer confiada de sí
misma.
-¡Toma!-Pervert lanzó el
arma arrastrándola por el suelo-¡Vigila que nadie se acerque y no dudes en
disparar!
Yelou asintió con la cabeza.
Pervert confiaba en que Elí tuviera potencia suficiente como para atravesar la
plancha metálica. Al apoyar la sierra contra la muralla las chispas comenzaron
a saltar de manera exagerada. Era mucha la fuerza que tenía que ejercer para
que el arma fuera rasgando el duro metal, pero poco a poco parecía que su plan
daba resultado.
Comenzaba a sentir debilidad
en sus brazos, solo esperaba que aquello acabara pronto porque no sabía cuánto
tiempo mas podría resistir. << ¡Vamos hijo de perra ábrete!>>
Finalmente sus suplicas se hicieron realidad y el muro cedió. Un pequeño
boquete que daba camino a la libertad se abría ante sus pies.
Pervert por nada del mundo
hubiera abandonado Salatiga en aquella situación, no lo hacía por gusto si no
por obligación. Debía buscar ayuda para expulsar aquel grupo de malnacidos y
entregar de nuevo el control del pueblo a sus habitantes como hasta ahora.
Ella fue la primera en salir
por el agujero, luego Troy, Yelou y finalmente con algo más de dificultad Jacq.
El perro comenzó a gruñir cuando ya estaban al otro lado de la muralla, señal
de que el animal observó algo que no le gustaba. Cuando quiso levantar la vista
para ponerse en pié, se vio sorprendida por un grupo de soldados de armadura
blanca que la estaban esperando, agazapados, apuntando con las armas hacia su
persona.
-¿Que tenemos aquí?-pregunto
uno de ellos. Parecía el cabecilla del grupo, puesto que el resto de soldados
no llevaban casco y este sí. Uno muy feo, como el de una motocicleta, al
parecer hecho a mano con un cráneo de vaca en la zona más alta.
-¿Quien cojones sois?-
preguntó en tono amenazante, aunque imaginaba quien podría ser. Parecía que
Troy en cualquier momento iba a saltar al cuello de aquel tipejo, Pervert le
dio una palmada en el hocico. No sabía si eso lo calmaría porque no entendía
demasiado de animales, pero en aquel momento es lo único que se le ocurrió.
<<Si ataca lo matará, pero el resto nos matará a nosotros. Quieto ahí
Troy. Hazme caso. >> Le dio la sensación de que el perro le había leído
el pensamiento y aunque continuaba gruñendo, se escondió detrás de ella.
-¡Aquí las preguntas las
hacemos nosotros!- eran seis contando al cabecilla y ninguno de los allí
presentes dejaba de apuntarles con el arma. Llevaban unos rifles de alta
tecnología, ella no los había visto jamás pero visto que todos llevaban el
mismo modelo debían ser bastante comunes- Al moribundo terminar de rematarlo, a
las zorras llevarlas con el resto de esclavos. El rey Penalba se pondrá muy
contento con el género que le vamos a llevar.
<< ¡Es el fin!-lamentó
en su interior. Con Jacq en perfectas condiciones y la ayuda del perro, quizás
hubieran tenido alguna oportunidad, pero su amigo bastante tenía con mantenerse
en pie-¡Son demasiados y no podemos ganar!-cada vez se sentía más
impotente-¡Pero a mí no me cogerán con vida!>>
Pervert cerró los ojos y
activó la sierra de Elí. Aquel día cuando despertó nunca habría imaginado que
fuera a pasar algo así.
-¡Acabad con ella!- gritó el
cabecilla. El sonido de los disparos con ritmo constante era como si fuera una
última melodía antes de irse al otro mundo, una marcha fúnebre de esas que no
había escuchado en su vida aunque imaginaba como debían sonar. Solo esperaba a
que uno de ellos la alcanzase y todo acabara allí mismo.
De repente todo estaba en
calma, no se escuchaba nada y tampoco le dolía ninguna parte de su cuerpo.
<< ¿Tanto miedo a
morir y esto es lo que pasa?-pensó-¡Si lo llego a saber lo hago antes!>>
Cerró los ojos con tanta
fuerza, que al abrirlos solo veía sombras a lo lejos. Parecía que aquellos hijos
de perra estaban jugando con ellos y que solo querían acojonarlos. Poco a poco
fue recuperando la vista. Las sombras tomaban forma, comprobó que tanto Yelou como
Jacq, también continuaban vivos. Este último parecía no haberse dado cuenta de
nada. Los que yacían muertos en el suelo eran sus enemigos, aquellos que
momentos antes habían intentado quitarles la vida. Troy mordía el cuello del
cabecilla, arrancándole un trozo de carne para terminar comiéndoselo.
-¡Benditos robots!- Yelou
rompió a llorar.
-Que cojones...- al ver lo
que tenía delante suyo Pervert no tuvo valor para terminar la frase. Una decena
de robots de la serie Orión de Only Tec con las armas humeantes aun en posición
de ataque, habían sido los causantes de su liberación. No entendía nada, por lo
que ella sabía, los robots solo atendían las órdenes que llevaban integradas en
el código con el cual habían sido programados. Tales como la defensa de algún
lugar o alguna persona. Pero aquellos androides actuaban como si alguien los
estuviera controlando.
A la otra parte de la
muralla, aun se escuchaban los gritos de dolor, pero allí fuera no quedaba
ninguna amenaza. Los robots rompieron la fila que formaban delante de ella y
sus compañeros, situándose la mitad a un lado y la mitad al otro formando un
pequeño pasillo.
-¡Vamos chicos!-dijo Pervert
dirigiéndose al resto del grupo-¡Creo que quieren que les acompañemos!
Troy se adelantó a todos
recorriendo el pequeño pasillo, los robots a su paso fueron rotando sobre sí
mismos, al parecer, indicando hacia donde había que dirigirse.
Salatiga estaba cada vez más
lejos y Pervert cada vez mas confundida, los robots les custodiaban sin romper
las dos filas que conformaban el estrecho pasillo. Al menos tanto ella como sus
compañeros seguían con vida. Lo que si tenía seguro, era que aquello no sería
un adiós si no un hasta luego.
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